domingo, 5 de junio de 2011

Humphrey Bogart


Anoche necesitaba una dosis de seguridad adicional para seguir soñando, para seguir avanzando. La solución era obvia, volver a los orígenes, a mis orígenes. Pero a mis orígenes cinematográficos, lo que significaba recurrir a los clásicos. Necesitaba un símbolo que me diera fuerza y tranquilidad, algo que me hiciera sentir que no está todo perdido, que siempre quedará él. De entre todos los símbolos posibles, de entre todos los clásicos del cine, llegué hasta él, hasta Humphrey Bogart. Y con él a Casablanca.

Lo demás, venía solo. Las doce de la noche, las luces apagadas, mi tele de tubos y darle al play para encontrar tranquilidad. Como en mis viejos tiempos, que son mis tiempos de adolescente, fue empezar la película y volver a encontrar el camino. Cuando acabó Casablanca quería más sueños y más seguridad, así que puse a continuación la película con la que empezó a crecer el mito, El Halcón Maltés. Se me hicieron las cuatro de la mañana, pero mereció la pena, encontré la tranquilidad que buscaba. Y me fui a la cama pensando que, como leí hace poco a Carlos Boyero, Humphrey Bogart es una de las cosas más hermosas que le han ocurrido al cine. Y a la vida, añado yo.

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